Natalia, 2º ESO D
Como cada año, Juan bajaba muy ilusionado el día de Navidad,
deseando ver los regalos que Papá Noel le había dejado la noche anterior, y
este año, esperaba aquel momento con más ilusión que nunca.
Nada más
levantarse, bajó las escaleras rápidamente y se dirigió al salón, donde Papá
Noel solía dejar los regalos, justo al lado del árbol de Navidad. Miró por
todas partes, los regalos parecían no estar; recorrió cada una de las
habitaciones de su casa, pero no encontró nada.
Cuando
bajaron sus padres para desayunar, Juan les preguntó si habían visto sus
regalos, pero su respuesta no pudo asombrarle más; sus padres no solo
contestaron que no, sino que además le dijeron:
-
De todas maneras, por qué ibas a recibir regalos hoy,
no es tu cumpleaños.
En ese momento, Juan se quedó sin palabras; ¿cómo que por qué iba a recibir regalos?, pensó para sí mismo.
En ese momento, Juan se quedó sin palabras; ¿cómo que por qué iba a recibir regalos?, pensó para sí mismo.
-
Pero es Navidad – dijo-
-
¿ Y eso qué tiene que ver?- respondió su padre-
Juan no podía
creer que sus padres se hubiesen olvidado de la Navidad.
Aún
así, como cada año, Juan asistió junto con sus padres a una gran comida
familiar que tenía lugar en casa de sus abuelos. A Juan le encantaba ya que era
una de las pocas ocasiones en las que toda la familia se reunía y en la que
podía ver a todos sus primos.
Aquel
día, como cada año, sus primos trajeron algo de lo que habían recibido por
Navidad, todos menos Juan.
Él
seguía preguntándose por qué Papá Noel se había olvidado de él este año, pero
no encontró respuesta alguna.
Entonces
recordó aquel día que le contestó mal a sus padres, aquel otro que no hizo los
deberes, o cuando la profesora de Matemáticas estuvo a punto de mandarle al
despacho de la directora; y justo en ese momento, todo conectó. Juan comprendió
lo que había ocurrido con sus regalos. Recordó cuando su madre le decía de
pequeño que si no se portaba bien, Papa Noel no le traería ningún regalo y él
se portaba genial para que eso no ocurriese, pero con el tiempo, Juan había
dejado de creer en esas palabras, pues estaba seguro de que eso no ocurriría
nunca, hasta aquel día.
No
podía creerlo, él siempre había confiado en que aquello era simplemente para
que se comportase adecuadamente, pero no, al final se había cumplido.
Juan
estaba muy arrepentido y lo único que quería era volver atrás y arreglar lo que
había hecho, pero para qué engañarse, eso era imposible.
De
repente, Juan abrió los ojos y de un salto se puso de pie, por suerte, todo
había sido un sueño, bueno, una
pesadilla. A partir de ese momento, Juan no volvió a comportarse de forma que
tuviese que arrepentirse posteriormente.
Por
primera vez, no quiso que sus sueños se hiciesen realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario