Marta, 1º Bachillerato A
CERVANTES. Querido William.
SHAKESPEARE. Miguel.
CERVANTES. ¡Amistades que son ciertas nadie las
puede turbar!
SHAKESPEARE. Cuánta verdad encuentro en lo que
decís. No ha mucho que nuestros países vivían enfrentados, y agora mírenos.
CERVANTES. Desto que nombrades ha más de una
década. Ligeras horas del ligero tiempo para mí perezosas y cansadas.
SHAKESPEARE. ¿Tanto ha? El tiempo es muy lento para
los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren,
muy corto para los que gozan; pero para quienes aman, el tiempo es eternidad.
CERVANTES. Según decís, vos parecéis ser de los
que temen. ¿Es por eso que estamos aquí?
SHAKESPEARE. No decís mal, amigo mío. Sin embargo,
el motivo de la misiva y mi posterior visita no es otro que la curiosidad por
veros, y el poder disfrutar de tan grata compañía por unos días.
CERVANTES. Entiendo. Mas en vuestra última carta
hacíaisme partícipe de numerosas desdichas que os preocupaban.
SHAKESPEARE. Cierto es.
CERVANTES. Venga, no seáis callado. De las
miserias suele ser alivio una compañía.
SHAKESPEARE. ¿Alivio? Cuando se empieza con estas
confianzas el término está muy cercano.
CERVANTES. Amigo, contra el callar no hay castigo
ni respuesta. Contadme y os podré ayudar. ¿Es vuestro teatro lo que os tiene
apesadumbrado?
SHAKESPEARE. A buen seguro que sabedes que mi
teatro, como vos decís, cayó entre las flamas. Y con él, todos los manuscritos
que allí se encontraban.
CERVANTES. A esto me refería cuando os preguntaba.
Llegaron nuevas de lo acontecido en dichas tierras. ¡Qué desgracia! También
quemada quedó vuestra comedia Cardenio,
¿no es así?
SHAKESPEARE. No sabía que la conocierais.
CERVANTES. Si sé della es por su relación con mi
hidalgo don Quijote de la
Mancha. El ver mucho y leer mucho aviva los ingenios de los
hombres.
SHAKESPEARE. Claro está. El aprendizaje es un simple
apéndice de nosotros mismos, doquiera que estemos, está también nuestro
aprendizaje. Y con esto, compañero, me declaro seguidor de vuestras grandes
obras.
CERVANTES. Me halagáis. De cualquier manera, no
hay libro tan malo que no pueda hallarse en él alguna enseñanza.
SHAKESPEARE. No os mostréis modesto conmigo, Miguel. Vos y yo sabemos de la dicha que os ha
traído la ya nombrada obra.
CERVANTES. Verdad es. También desdichas, he de decir. Que no hará
menester que os hable del tal Avellaneda, que dícese autor de otro don Quijote.
SHAKESPEARE. Algo oí desto que decís. ¿También
encontramos en él alguna clase de enseñanza?
CERVANTES. No tanto de la obra, mas del autor. Que
donde reina la envidia no puede vivir la virtud ni donde hay escasez de
libertades.
SHAKESPEARE. ¿Es pues, virtud, lo que falta al
autor?
CERVANTES. Y sátiras lo que le sobran.
SHAKESPEARE. Ya conocéis el dicho, amigo: presta el oído a todos y a
pocos la voz.
CERVANTES. El refrán que no viene a propósito,
antes es disparate que sentencia. Pero no nos desviemos, que ya hemos
malgastado tiempo lanzando vituperios al de la parodia de mi obra.
SHAKESPEARE. Como queráis.
CERVANTES. Habladme, pues, de vuestras obras.
Paresceme que todas ellas hablan de sentimientos del hombre. Miseria, amor y
muerte.
SHAKESPEARE. El hombre…, el hombre es complejo.
¡Cuántas veces los hombres son felices al borde de la muerte!
CERVANTES. Sinceramente, me moriré de viejo y no
acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una
variedad de su especie.
SHAKESPEARE. Paresceme eso que decís palabra del
hidalgo don Quijote. Va a ser cierto que encontramos parte del autor en lo que
escribe.
CERVANTES. Y a mí paresceme que habéis leído mi
obra con el más sumo detenimiento; que aun agora os acordáis desto que una vez
dijo el de la Triste
Figura.
SHAKESPEARE. Más que detenimiento, he de admitir. De
igual manera, encuentro mucha verdad en eso que tanto vos como el personaje
decís.
CERVANTES. La hay, En el mundo, la senda de la
virtud es muy estrecha; y el camino del vivio ancho y espacioso. Sólo unos
pocos hacen lo correcto.
SHAKESPEARE. ¿El mundo? ¡El mundo está
desquiciado! Vaya faena haber nacido yo
para tener que arreglarlo.
CERVANTES. A nuestros años, poco hay que podamos hacer,
amigo mío. Es más, cada cual es hijo de sus obras.
SHAKESPEARE. Cierto. El destino es el que baraja las
cartas, pero nosotros las jugamos.
CERVANTES. Por eso, al que hace el bien jamás le
falta premio.
SHAKESPEARE. Vos hacéis el bien, mas la fortuna no os ha premiado.
CERVANTES. ¿Por qué decís que no he sido premiado?
¿Acaso os parezco desgraciado?
SHAKESPEARE. Primero manco, luego cautivo. Se dice
que en las cosas humanas hay una marea que si se toma a tiempo conduce a la
fortuna; para quien la deja pasar, el viaje de la vida se pierde en bajíos y
desdichas.
CERVANTES. ¿Bajíos y desdichas? Esta que llaman
Fortuna, es una mujer borracha y antojadiza; y sobre todo ciega, y así no ve lo
que hace, ni sabe a quien derriba.
SHAKESPEARE. De acuerdo. No os falta razón.
SHAKESPEARE. Por supuesto.
CERVANTES. En la misiva no lo parecíais.
SHAKESPEARE. Como escritor, me resulta fácil el
escribir sentimientos, mas no el decirlos a viva voz.
CERVANTES. Claro está. Ya se sabe que la pluma es
la lengua de la mente. También podríais escribir lo que os ocurre, y dejar que
yo lo leyera después.
SHAKESPEARE. Si no os importa, preferiría no tratar
agora mis infortunios y desdichas. No quisiera apagar este tan alegre
encuentro.
CERVANTES. Por supuesto. De cualquier manera
tenemos unos cuantos días para hablar, amigo. Y más vale una palabra a tiempo
que cien a destiempo.
SHAKESPEARE. ¿Y no eráis vos en que decíais que “En
la lengua consisten los mayores daños de la vida humana”?
CERVANTES. No tergiverséis con mis palabras. Es
más, no creo que lo que tengáis que decirme pueda causar tales daños.
SHAKESPEARE. Eso espero.
CERVANTES. Y agora, querido William, ¿os parece
que pasemos al comedor? Tengo entendido
que mi mujer ha preparado ya la comida.
SHAKESPEARE. Pasemos entonces, me muero de hambre.
CERVANTES. Para un inglés como vos, tal vez sea
tarde para comer. Debe ser raro, ¿no?
SHAKESPEARE. Ser o no ser, esa es la cuestión.
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