Lucía P., 1º ESO C
Tras leer un texto en clase de Lengua acerca de un fuerte viento en el invierno de las Alpujarras, la profesora nos dijo que continuásemos la historia. Este viento duraba solo un día pero tenía mucha fuerza y lo destrozaba todo. Esta es la continuación que yo he escrito de esta historia:
Cuando desperté, ya quedaba poco para que cesara el viento, pero no
fue así. Pasaron las 24 supuestas horas, pero
a estas se le sumaron 48 más, hasta que por fin el clima fue suavizándose poco
a poco. Aunque no terminó de soplar el viento, esta vez lo hacía de forma mucho más
leve. Sin embargo, no desaparecía. La gente del pueblo no se lo explicaba, ya que
nunca había ocurrido tal cosa. Normalmente duraba un día, no tres y después
paraba, no como ahora, que seguía soplando una pequeña brisa. Yo, no obstante, no
me preocupaba; como era poca la corriente que había, podía hacer mi vida normal
en la calle, jugando con mis amigos, montando en bici, paseando con la familia,
etc.
Poco a poco, conforme los días iban pasando, me asombraba que el viento no
hubiera parado y de algún modo me asustaba.
Las semanas discurrían sin pararse ni un momento, y parecía
que el viento hacia lo mismo. Pronto llegaría la primavera. Como siempre, la
gente esperaba que el viento dejara de soplar para volver a su rutina anterior.
Pero yo terminé acostumbrándome, y siempre intentaba pensar en el lado bueno de
lo sucedido. Al principio, me costó un poco, pero al final lo conseguí.
Llegó el
verano y como yo había imaginado, el viento no paró de soplar y eso, aunque
pareciera raro, me alegró. Ya no sería tan caluroso como antes, porque esa
brisa nos mantendría de algún modo frescos, ahora podríamos tirar la pelota y
esta se iría volando más lejos que antes, haciendo que el juego de las raquetas
de playa fuera más divertido. Nadie se daba cuenta de que este suceso no era
negativo, al contrario, mirándolo desde mi punto de vista, no podía ser más
positivo.
Lo malo fue cuando en
enero, el viento empezó a soplar cada vez más fuerte, hasta adquirir tal
virulencia como en años anteriores. Yo creía que duraría como el anterior, tres
días hasta ir disminuyendo la rapidez, yo creía que se quedaría en una brisa y
creía que no cesaría completamente, pero solo lo creía.
Pasaron las habituales
24 horas y cesó… Me quedé de algún modo desanimado. Me había costado tanto
acostumbrarme a aquel cambio, tanto en encontrarle el lado positivo a aquella
situación, que por un momento pareció que mis esfuerzos habían sido en vano.
Después, como siempre intentaba hacer, pensé en el porqué de esa nueva situación.
En ese momento me vino una imagen a la cabeza, era una mujer mayor que me decía
“todo tiene un principio y por esa razón todo tiene un final”. Como era obvio
en aquel año yo era aún pequeño, pero cuando habían dicho esa frase lo era aún
más, por eso no supe con certeza a qué se refería esa mujer, con aquellas palabras.
También por ese motivo me sentí orgulloso de haber encontrado, yo solo, su
significado. Ya sabía el porqué, pero me faltaba algo más. A ese “algo más” le
encontré un significado cuando vi a una señora mayor decir a sus amigas –por
fin volvemos a la tranquilidad de todos los años pasados- ahí lo comprendí
todo. La gente, después de un año entero seguía queriendo estar como antes, ya
que no hicieron nada para adaptarse. De
algún modo me sentí feliz por ellas pero triste por ver que hay personas que no
se conforman con lo que tienen, y si intentas salirte de lo habitual no puedes
soportar el cambio. Así que pensé que fue una manera de aprender a conformarme con
lo que tengo y a aprender a enfrentarme a situaciones nuevas o diferentes,
tanto buenas como malas, ya que las malas se solucionan mirándolas por el lado
positivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario